El Cuelebre y el Rayu

   El Cuélebre, como todo el mundo sabe, es algo así como una enorme serpiente alada y cornuda, que se refugia en grutas profundas, o se esconde en los manantiales y hasta en lo más intrincado de los bosques. Su tarea principal consiste en custodiar tesoros. Estos tesoros no tienen que ser forzosamente materiales preciosos, sino objetos que tengan un valor especial para los humanos; también pueden custodiar a doncellas encantadas. Incluso pueden cuidar de las fuentes de las xanas.

                El cuélebre tiene las escamas duras como rocas, por lo que es inútil atacarle el cuerpo con arma blanca o de fuego pues resulta invulnerable. Solamente se le puede dañar haciéndole abrir la boca para, o bien herirle en su interior, o bien hacerle tragar algo que le pueda matar. Puede ser un trozo de carne ensartado de dagas bien afiladas o una piedra incandescente que le corroa las entrañas. Aunque parezca que duerme, el menor movimiento en su guarida, le pone en alerta y ¡ ay de aquél que le importuna! Por ello, únicamente se le puede atacar en la Noche de San Juan, porque es la noche en que la bestia se adormila de verdad por lo que es más vulnerable y también las mozas pueden ir a "coger la flor del agua" sin peligro de ser encantadas.

Cuelebre

   El cuélebre del Requexu debía de ser el encargado de cuidar a la Xana del Dobra, porque desde que ésta desapareció no se ha vuelto a tener noticias del monstruo.

  El Rayu es una especie de caimán, o serpiente con patas, no tan grande como el cuélebre pero más robusto. La imagen no es muy fiable porque al rayu solo se le puede mirar sin peligro reflejado en el agua o en un espejo, porque con su mirada puede petrificar al intruso. Esta característica hace que algunos estudiosos lo confundan con el Basilisco.



 El Basilisco tiene la cresta colorada y se esconde por las casas. El Rayu mora en agujeros entre las peñas y su alimento principal son las ovejas, cabras y animales del monte. Si un animal (alguien dice que también las personas) desaparece en el monte sin dejar rastro, es que se lo llevó el rayu, que es tan veloz como el fenómeno meteorológico que le presta su nombre. Hay que tener especial cuidado al transitar entre La Llosa la Sierra y La Juradada por ser un hábitat propicio por sus numerosas oquedades.